Cuando las luces se apagaron, el público permaneció quieto, en silencio, durante unos treinta segundos. Treinta segundos eternos en los que el aplauso no llegaba. Y con razón. Celia y Santi habían conseguido encogernos en la grada. Éramos tan pequeños y con el estómago tan diminuto, que nuestras manos eran incapaces de moverse. Y queríamos […]
